GYT FINALMENTE SE QUEDO CON EL CLASICO ANTE EL JOCKEY









Fue un clásico como pocos, caliente a pesar del frío, áspero a pesar de los buenos jugadores que había en la cancha y que terminó siendo de Gimnasia y Tiro más por el rigor físico que presentó durante los ochenta minutos que por el juego. El albo venció nuevamente al Jockey Club, esta vez por 25 a 20 y sumó puntos valiosos para escaparse de los últimos lugares de la tabla.
De esquemas de juego sobre el partido de ayer se puede hablar poco y nada, porque no fue un partido agradable, estuvo plagado de errores y en este punto el saldo negativo se lo llevó el albirrojo, que los cometió en demasía, ante un rival que defendió bien, aprovechó sus oportunidades y nada más.
Juego efectivo
Veinte de los 25 puntos que se llevó Gimnasia llegaron del pie de Exequiel Lico, seis penales y una conversión, que hablan que fue mejor efectivo que vistoso, y ese juego lo entendió bien el equipo que dirigen Javier Román y Marcelo Gómez. En definitiva, esa es la esencia de la mayoría de los clásicos: gana el que convierte y no necesariamente el que más lindo juega.
Fue un clásico con algunas peculiaridades, como la lesión del árbitro Alejandro Marenco cuando promediaba el primer tiempo; el jujeño se lesionó en un gemelo de la pierna izquierda, debió dejar el juego y tomó su lugar Matías Galván, quien hasta ese momento tenía el rol de juez de touch. Fue un “hierro caliente”, como bien reflejó “Quique” Tais después del partido. Si bien hubo algunos fallos que dieron lugar a discusiones, en línea general no incidió en el resultado y estuvo firme al amonestar primero a Atilio Ovejero (GyT) y Nicolás Arias (JC), y en las expulsiones posteriores de Ezequiel Barraguirre (GyT) y del propio Arias (JC).
Además de todo esto hay que agregar que fue un partido caliente y con algunas acciones innecesarias por parte de los jugadores. Se las vio más en el segundo tiempo, pero empezaron en el primero con entredichos; en el complemento las agresiones fueron más explícitas con agresiones físicas. Todo esto merece una reflexión, más allá del mensaje repetido de que “todo queda en la cancha”, ya que debe haber una coherencia entre lo que se predica y lo que se hace.