FELIZ DIA A TODAS LAS MUJERES DEL MUNDO

A ti mujer, que una tarde conociste a un joven corpulento (o no), de nariz achatada pero de increíble timidez que, en su arrolladora ternura supo ganar tu inexperto y romántico corazón con el relato de titánicas y viriles batallas, desarrolladas invariablemente los fines de semana.
A ti, que seguramente caíste en la sutil trampa e inocentemente entraste en ese extraño mundo de palabras raras; que comprobaste, no sin tristeza, que las románticas batallas de los relatos eran en campos lejanos, desolados e inhóspitos; que también viste como tu guerrero y sus compañeros de combate, eran inclaudicables y ni el viento más frío ni la lluvia más intensa los detenían. Ellos seguían corriendo detrás de ese objeto extraño de más extraña forma, con un espíritu verdaderamente encomiable, mientras tu, siempre al costado soportabas todo, tejiendo interminables bufandas.
A ti, que luego te casaste (o no) y entendiste que la pasión de tu héroe no se circunscribía a los fines de semana, sino que para cada batalla se entrenaba dos o tres veces por semana y luego traía a sus amigos a casa, gente de aspecto distinguido, que vaciaban la heladera y se tomaban hasta el pulso, hablando irremediablemente de lo mismo.
A ti, que un día escuchaste la tan ansiada frase “NO JUEGO MÁS” y te sentiste embriagada por un dulce e intenso sonar de campanas de felicidad en tu hermosa cabecita de pobre ilusa.
Tontuela, pensaste que todo cambiaría...pero el llegar el fin de semana viste atónita que partía nuevamente...ahora era árbitro o entrenador de alguna olvidada división.
A ti, que con lo relatado no termina tu “Vía Crusis” porque tu héroe y la vida se encargaron de darte hijos y hoy te vemos con un pichón de guerrero, versión mejorada, porque es más tirano que el anterior y ni siquiera te permite la esperanza de un divorcio.
Con tus hermosos ojos llenos de sueños, a horarios insólitos e inhumanos, siempre al costado de la cancha, perdiendo la poca dignidad que te restaba, quedándote afónica como una poseída, con la boca y el corazón llenos del nombre del pequeño valiente que corre alegremente por la cancha, siempre detrás de ese objeto ovoide que ha signado tu vida.
A ti, mujer del rugby, queremos rendirte nuestro homenaje, humilde pero sentido homenaje y pedirte que no nos dejes...porque te amamos!!!