LOS ULTIMOS ROMANTICOS DEL RUGBY

Hace diez años era impensable que el ambiente del rugby saludara de pie a una selección de los Pumas casi íntegramente armada por profesionales que juegan en el exterior.
Profesionales que dejan alma y vida en la cancha y que se emocionan cuando cantan el himno.
Estas actitudes, según creían muchos en el rugby, podían tenerlas solamente los jugadores amateurs.
Hoy está claro que no es así...hasta el fútbol, criticado en comparación por su mercantilismo y su circo, respondió con un gesto de caballeros y homenajeó la entrega de Los Pumas adelantando el inicio del River-Boca para que podamos ver el partido ante Escocia.
Estos Pumas, favoritos sentimentales por buena parte de la prensa internacional, que los señala como "los últimos románticos del rugby", no tacklean mejor ni corren más rápido porque lograron acceder a un viático de cien dólares por día.
Ridículo si se lo compara con los millones que paga el fútbol y con los que ganan muchos de sus rivales del Mundial.
Pero saben defender con la misma garra su condición de deportistas profesionales, tal como lo demostró la renuncia masiva de la selección, hace nada más que un año, furiosa porque la Unión Argentina de Rugby (UAR) no les garantizaba una preparación profesional, acorde a un Mundial.
Ganaron la pulseada y hoy, entendidos y neófitos, todos disfrutan de su fuerza contagiosa, de su empuje colectivo y solidario.
Pero ahora que el rugby argentino aplaude los indudables progresos de sus Pumas profesionales, habrá que reconocer a aquellos que, por reclamar lo mismo para el primer Mundial de 1987, sólo sufrieron palos. Eran otros tiempos...fueron acusados de haber realizado una preparación "científica" y "semiprofesional", indigna de un deportista amateur.
"Se los ve muy serios, parecen profesionales", llegó a decir un especialista en la tele, criticando a esos Pumas que capitaneaba Hugo Porta.
Una década antes, en 1977, el general Domingo Bereciartúa, presidente de la UAR, afirmó que su deporte no ingresaba a la Confederación Argentina de Deportes (CAD) "para mantener su pureza y no contaminarse dentro del barril de manzanas podridas".
Eso era el deporte profesional para el rugby... "Un barril de manzanas podridas"... O jugadores "serios" cuyo afán profesional les había hecho perder hasta la sonrisa..."Sonreír también sirve para ganar", llegó a decir el entrenador siguiente, Rodolfo "Michingo" O Reilly, que dos años después, golpeado por derrotas aplastantes, revisó su opinión y pidió que el rugby reformulara su postura: "Esto no tiene que ver con la moral, sino con la realidad", dijo. Pero tampoco él fue escuchado.
Los Pumas amateurs volvieron otra vez derrotados en la primera rueda del Mundial 1991 cuando el dinero italiano ya empezaba a comprar rugbiers argentinos por decenas y algunos jugaron luego inclusive para la selección de ese país, como Diego Domínguez, un "traidor" en aquel momento para el ambiente del rugby.
Fueron también profesionales pioneros, emigrando al exterior en aquellos tiempos más difíciles, jugadores emblema de Los Pumas, como Serafín Dengra, el Topo Rodríguez, Patricio Noriega, Tati Milano y Fabián Turnes, entre otros.
En 1995, el Puma Martín Terán llegó al tercer Mundial despedido de su trabajo porque se habían cansado de sus inasistencias por el rugby.
En el debut, se enfrentó con el capitán inglés Will Carling, que fue al torneo gracias a la presión de los medios.
Los dirigentes quisieron excluirlo, indignados porque Carling los calificó de "viejos pedorros" en una discusión por el dinero de los premios de su selección.
Además de Inglaterra, Los Pumas cayeron en ese Mundial con Samoa e Italia. Fue la tercera eliminación consecutiva en primera rueda.
Agustín Pichot, que fue como tercer medio scrum y no jugó siquiera un minuto, fue testigo directo de cómo Los Pumas tocaban su fondo.
Al año siguiente, la UAR a cargo de Luis Gradín, un Puma del 65, asumió por fin la nueva realidad y aceptó que Los Pumas pudieran incluir a jugadores profesionales.
El primero fue el pilar mendocino Federico Méndez. Antes que él, los rugbiers que marchaban al profesionalismo europeo, tenían prohibido jugar en Los Pumas.
Padecían trabas si querían retornar inclusive al campeonato argentino y, en algunos casos, hasta cambiaban sus nombres para evitar sanciones por haber violado la reglamentación amateur del rugby local.
La escuela de clubes amateurs del rugby argentino hoy, gracias al Mundial, es admirada por el rugby internacional.
Se trata de una estructura que seguirá intacta, más allá de las mejoras profesionales que, también gracias al Mundial, podrán implementarse en algunas áreas...porque en esos clubes, chetos o de barrio, seguirán formándose miles de pibes.
La publicidad y la tele, antes prohibidas ayudan a ese proceso, pero sin imponer condiciones.
Porque son esos clubes, mucho más que cualquier Mundial, los responsables de trasmitir la energía y la fuerza iniciática del deporte.
El profesionalismo, eso sí, no frenará el éxodo de cracks...el fútbol lo sabe.
El rugby profesional nació con los ingleses ya en 1895, cuando los clubes del norte crearon una liga rentada (rugby league)...reclamaban compensación económica para los obreros y mineros que debían abandonar sus trabajos para jugar.
El profesionalismo creció luego como consecuencia lógica del desarrollo del capitalismo.
Y después, la tele globalizada lo convirtió en una rama central de la industria de la diversión.
Así, con sus grandes emociones, acciones de lujo y cracks inolvidables, el deporte profesional, de la mano del mundo moderno, también es hoy corrupción, doping, violencia, chauvinismo y mercantilismo desaforado. Pero el profesionalismo que hoy permite que Los Pumas compitan de igual a igual con los poderosos, ayudó en sus orígenes a que el deporte dejara de ser un pasatiempo exclusivo de los ricos.
Si hasta el sagrado William Webb Ellis, padre fundador del rugby en 1823, pobre y huérfano, ganó dinero jugando al cricket antes de ingresar como ministro a la iglesia anglicana. A su modo, él también fue un profesional del deporte.
* Fuente:
www.rugbyinfantil.org.ar

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